Lydia de 36 años y madre de dos niños ocho y 11, es una sobreviviente de intento de feminicidio, definido como la manifestación más extrema de violencia contra la mujer, que afecta no solo a la víctima, sino también al entorno de su familia con graves consecuencias emocionales.
En la mayoría de los casos, las mujeres que fueron víctimas de violencia extrema padecen estrés postraumático, insomnio, taquicardias y lesiones físicas y emocionales.
Este sufrimiento de dolor se agrava, cuando tienen que trajinar cuesta arriba en busca de justicia, generando un cúmulo de resultados nefastos: disgregación familiar, endeudamiento económico y agudización de la pobreza, además de un impacto severo en la salud mental y en el normal.
El último informe oficial de la Fiscalía General del Estado, entre el 1 de enero y el 26 de junio, el Ministerio Público registró unos 23.686 casos relacionados con delitos de violencia. Los departamentos que tienen mayor registro de delitos son La Paz, Santa Cruz y Cochabamba, el eje central de nuestro país es donde se reciben mayores denuncias.
Según el registro de casos, Santa Cruz tiene 8.222, La Paz 5.712, Cochabamba 3.706, Tarija 1.815, Potosí 1.413, Chuquisaca 1.113, Beni 818, Oruro 652, Pando 235.
La corrupción y el actuar de los administradores de justicia, la dilación innecesaria y dolosa en los procesos, la pasividad en la aplicación de sanciones a los agresores es otro obstáculo que enfrentan las denunciantes y víctimas de violencia extrema.
La Agencia de Noticias Fides (ANF) documentó dos historias sobre víctimas de violencia extrema que peregrinan por justicia; Lydia, una madre que busca protección para ella y sus dos hijos que son constantemente asediados y amenazados por su agresor; y, Valeria, una mujer que fue quemada y golpeada por su expareja.