MARTÍNEZ, Oscar
El lugar donde convergen y divergen las identidades, traducidas desde sus múltiples dimensiones, provenientes de la secularización de sus universos simbólicos que dialogan en el conflicto, la complementación o la reproducción híbrida de sus valores y habitus 1, es sin duda “la urbe”.
Las nuevas ciudades precisan de sus propios mitos, sus propias calles, esquinas y lugares. Ese nuevo núcleo humano, lleno de particularidades que le dan vida y cara propia, necesita de sus propios entresijos y oscuridades; necesita ramificarse en varios rostros llenos de perspectivas contrastantes, místicas y modernas, contradictorias y afines; necesitan ser más que lugares de meras referencias geográficas y climáticas, es decir precisan adquirir personalidad según la historia de la gente que las habita.
Todos esos son factores que van constituyendo los nuevos espacios urbanos; las particularidades de la cotidianidad y de sus espacios de ruptura o los múltiples discursos que los componen los hacen únicos. Bajo esta premisa, y tratando de alejarme del estudio sociológico o del pérfido resbalón etnográfico en el que un tecnócrata como yo puede verse tentado a caer, deseo realizar en estas líneas una aproximación a las identidades emergentes en espacios urbanos nuevos y en formación identitaria, como es en el caso de la ciudad El Alto, en el departamento de La Paz.
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