En este día de meditación del sufrimiento de Jesús en la cruz, escuchamos su doloroso clamor: «Tengo sed». Sí, es la sed de un cuerpo crucificado, torturado, deshidratado, agonizante. Es también una “palabra” interpretada tradicionalmente como una expresión física del sufrimiento humano de Cristo, también es la sed del corazón de Dios, sed de amar, es un anhelo de salvación de la humanidad.
Pero también, cuando Jesús dice “Tengo Sed” puede ser interpretado como el “grito de la creación herida”, una unión del sufrimiento de Cristo al sufrimiento de la tierra, de nuestra Casa Común. Como si cargara también con la cruz de las consecuencias de la crisis ecológica, provocada por la contaminación, la deforestación, la explotación de recursos y el desprecio por la vida y el cuidado del planeta.
“Tengo sed”, nos presenta un Jesús sediento de justicia ecológica, sediento de una humanidad que cuide y respete la Casa Común, que anhela la justicia, la reconciliación y la restauración de toda la creación.
Jesús se encarnó en el mundo material y en su peregrinación y vida pública vivió en contacto con la naturaleza. Por tanto, al ver la realidad climática y medio ambiental, también sufre por la destrucción de la creación que es obra de Dios.
Dañar la creación es un pecado contra Dios, contra el prójimo y contra la naturaleza. Desde Laudato Si’1, el Papa Francisco nos acercaba a esta expresión que, tiempo después, definió como “Pecado Ecológico” (muy profético y contemporáneo). Ya, en noviembre de 2019 a raíz del Sínodo de la Amazonía y durante un encuentro con la Asociación Internacional de Derecho Penal, lo definía como “una acción o una omisión Contra Dios, contra el prójimo, la comunidad y el ambiente. Es un pecado contra las futuras generaciones y se manifiesta en los actos y hábitos de contaminación y destrucción de la armonía del ambiente”2. En ese evento reveló que “el pecado ecológico” podría ser incluido en el Catecismo de la Iglesia Católica.
El teólogo jesuita Víctor Codina también hace referencia al daño que produce el ser humano contra la naturaleza y lo identifica como un daño al Espíritu y al Reino, que exige una conversión ecológica integral de toda la Iglesia.
Codina sostuvo que el Sínodo para la Amazonía abordó un tema universal -la ecología integral- pero desde un lugar geográfico concreto: la Amazonía3. Entonces, desde esta parte de la Tierra, que es considerada como el pulmón del planeta, se vive también un clamor por la justicia, por el amor rechazado y por la redención de la humanidad y la creación. Es el eco del Salmo 69: “para la sed me dieron vinagre”.
Mirando nuestra propia casa: la Amazonía en Bolivia, rica en biodiversidad y en culturas indígenas, hoy sufre sequías, inundaciones, deforestación, incendios forestales, contaminación de ríos, minería ilegal y desplazamiento de pueblos originarios.
Frente a esta realidad, la Quinta Palabra pronunciada por Jesús en su Pasión “Tengo sed” puede ser leída: cada vez que la Amazonía es devastada, Jesús vuelve a gritar desde la cruz: "Tengo sed".
Por tanto, responder a esa sed no es solo caridad, es justicia y, sobre todo, conversión ecológica.
¿Quién escucha la sed de la Amazonía hoy?
En Bolivia, y en los demás países que comparten este bioma, la Tierra, sus ríos, sus bosques y sus pueblos indígenas gritan desde un silencio que se siente en los efectos devastadores de la naturaleza. La Amazonía tiene sed. Sed de justicia, de respeto, de vida. Cada árbol talado, cada río contaminado, cada animal en peligro de extinción, cada pueblo desplazado, es una herida abierta en el cuerpo de la creación. Y es, de alguna manera, el cuerpo de Cristo, que sigue sufriendo en los pueblos indígenas como los hermanos más pobres, en los defensores de la naturaleza que dan y dieron sus vidas y en el dolor de la Madre Tierra.
¿Escuchamos esa sed?
Cada vez que ignoramos el clamor de la Tierra, negamos el llamado de Jesús en la cruz. Cada vez que no cuidamos nuestra Casa Común, no estamos destruyendo solo un ecosistema: estamos ignorando el sufrimiento de Cristo. Él sigue sediento, no solo por agua, sino por la conversión de nuestros corazones hacia una justicia ecológica.
Que esta sed nos impulse a actuar
Respondamos a la sed de Jesús protegiendo y defendiendo a los pueblos indígenas y luchando contra la devastación de la naturaleza. Es nuestra responsabilidad como cristianos escuchar la voz de la creación, sanar sus heridas y proteger su futuro.
Pero esa sed no solo brota y clama desde la selva. Hace 25 años, en las calles de Cochabamba, también se hizo sentir. Durante la Guerra del Agua, en el año 2000, el pueblo cochabambino se levantó cuando el agua, derecho fundamental, fue privatizada y convertida en mercancía.
El grito de aquel pueblo era el mismo grito de Jesús en la cruz: “Tengo sed”.
Una sed que no podía ser calmada con contratos o ganancias, sino con justicia, solidaridad y respeto a la dignidad humana.
Una sed que unió a todos los cochabambinos. Como dijo Monseñor Tito Solari hace unos días sobre este tema: fue la unión auténtica y en paz que venció en la Guerra del Agua. Hoy, debido a la continua crisis por el agua, tanto en la Amazonía como en Cochabamba y el mundo, Jesús sigue diciendo: “Tengo sed” cuando los ríos son vendidos, cuando el agua es acaparada, cuando la Tierra es explotada sin medida.
Esta sed nos revela que la crisis ecológica y la injusticia social son inseparables.
El agua, fuente de vida, es hoy un campo de lucha: para los pueblos indígenas de la Amazonía y de otras regiones, para las familias de Cochabamba, de Bolivia, y el mundo entero.
Pero, Jesús no solo tuvo sed, también nos enseñó a dar de beber. Su sed nos compromete a cuidar el agua, a defenderla como don sagrado y derecho humano, no como mercancía. Su sed es hoy el llamado a ser custodios de la Tierra y constructores de justicia. También volcar la mirada y las acciones hacia la conversión integral.
Para los cristianos, cuidar de la creación de Dios también es una vocación. Esto implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza.
Es un aliento a los cristianos a escuchar la "sed" que proviene de la tierra, de la lucha incesante de los pueblos indígenas y de los marginados, como una extensión de la "sed" de Jesús en la cruz.
Referencias:
- Francisco. (2015) numerales 8, 66-67). Laudato si': Carta encíclica. Prensa Vaticana
- ACI Prensa. (2025, April 12). El Papa Francisco anuncia que podrían introducir el pecado ecológico en el catecismo. ACI Prensa. https://www.aciprensa.com/noticias/78341/el-papa-francisco-anuncia-que-podrian-introducir-el-pecado-ecologico-en-el-catecismo
- Religión Digital. (2025, abril 12). Víctor Codina: crisis climática, ordenación de indígenas y el sínodo amazónico. Religión Digital. https://www.religiondigital.org/vaticano/Victor-Codina-climatico-ordenacion-indigenas-sinodo-amazonico-ecologia-integral_0_2281871826.html