“Llegamos hasta el primer pueblo, bien mojados porque nos cogió un temporal de agua y sur que en esta tierra es sumamente frío. Nos recibieron con mucho agasajo trayéndonos inmediatamente cada uno comidas propias de sus tierras. Pero antes de recibirlas los juntamos a todos y dimos a cada uno un presente y les expusimos el fin de nuestra visita a sus tierras y cómo deseábamos con ellos y con todos sus convecinos, paz y amistad, y que la tuviesen unos con otros. Nuestra propuesta la recibieron con mucho gusto y prometieron de su parte cesar de guerras con sus enemigos para darnos gusto”. Así describía el P. Antonio de Orellana, en 1688, su visita a los pobladores de Mojos, que un año más tarde constituiría el tercer Pueblo Misional, bajo la advocación de San Ignacio de Loyola.
Después de cuatro siglos, esa misma acogida generosa –hoy bella síntesis del encuentro de horizontes de sentido entre la sabiduría mojeño-ancestral y la espiritualidad bíblica e ignaciana– continúa embelleciendo y nutriendo el modo de ser de la población amazónica boliviana.
Como justo homenaje a esa hermosa cultura hospitalaria de los pueblos mojeños, el 28 julio de este año 2019, en el Templo Misional de San Ignacio de Mojos, se presenta el libro: “El Gran Mojos. Historia de amistad en la Amazonía boliviana”, de mi autoría.
El texto tiene como pretexto la exposición de la amplia y riquísima bibliografía sobre la historia del Gran Mojos de la época de las Reducciones Jesuíticas. En ciento veinte páginas, el lector podrá recorrer el pasado de los pobladores arawak y experimentar que siglos pasaron, extraños llegaron, poblados se edificaron y poblados perecieron, pero no así las enseñanzas ancestrales de los antiguos mojeños.
Relación hombre–naturaleza
De los tiempos prehispánicos del Gran Mojos queda la sabiduría de la convivencia armónica con el agua y en el agua, porque el agua es fuente de alimentación (variedad de peces); el agua es comunicación (los ríos son los caminos); el agua es libertad (los ríos enseñan que es posible explorar nuevos cauces); el agua es vida para plantas, animales y seres humanos; el agua es descanso para la tierra (las inundaciones son buenas porque el suelo descansa y se nutre). ¡El agua es eso y mucho más!
La historia del pueblo mojeño exhorta a no olvidar que la naturaleza es alguien, no algo. Que ella tiene derechos, por consiguiente, ultrajarla o destruirla constituye un crimen. Es así que los antepasados del Gran Mojos enseñaron a pedir permiso al bosque, sea para cortar un árbol, sea para cazar o para pescar en sus ríos.
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