La familia como núcleo vital: reconocerla, cuidarla y sostenerla

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"Una sociedad que quiera asegurar el bienestar de sus hijos, debe asegurar que los padres, y especialmente las madres, puedan ejercer su rol de cuidadores con seguridad emocional y física, sin cargas excesivas ni soledad." — John Bowlby

Cada 15 de mayo, celebramos el Día Internacional de la Familia, una fecha que busca visibilizar la importancia que la comunidad internacional otorga a este núcleo fundamental de la sociedad. El lema para este año 2025 es: “Políticas orientadas a la familia para el desarrollo sostenible”. Sin duda, este día será celebrado con mensajes emotivos que exaltan la importancia de la familia, pero más allá de los gestos simbólicos y las frases optimistas, este día debería ser una invitación a mirar de frente las condiciones reales en las que las familias crían, sostienen y educan a las nuevas generaciones.

Honrar a la familia no solo implica celebrar, sino también crear las condiciones para que su vida cotidiana sea posible, saludable y sostenible. Desde el enfoque ecológico del desarrollo humano propuesto por el psicólogo Urie Bronfenbrenner, entendemos que la familia es el primer entorno donde los niños y niñas experimentan sus primeros vínculos. Según Bronfenbrenner, el desarrollo humano depende tanto de los factores genéticos como del entorno, pero este entorno no es aislado. La familia se nutre de otros sistemas más amplios, y uno de los más relevantes, es la comunidad.

El rol de la comunidad es esencial para asegurar el bienestar de quienes cuidan y de quienes están siendo cuidados. Cuando madres, padres y cuidadores cuentan, con redes de apoyo, centros infantiles de educación y de cuidado, así como políticas públicas eficaces, no solo se alivia la carga individual, sino que se fortalece la capacidad colectiva de sostener y acompañar la crianza. Desde el enfoque ecológico del desarrollo humano, se plantea que el entorno inmediato y extendido en el que crecen niñas, niños y adolescentes influye profundamente en su desarrollo.

Esto nos demuestra que la familia no debe criar en soledad. No podemos seguir pensando en la familia (en cada una de sus configuraciones) como una unidad independiente y desconectada de lo que sucede a su alrededor. Esta perspectiva nos invita a repensar las formas en las que están siendo sostenidos los padres, madres y cuidadores, quienes son los responsables de guiar y mantener a sus familias.

Sabemos que la presencia y disponibilidad física y emocional de los cuidadores es fundamental para el desarrollo de los niños, niñas y adolescentes, pero las exigencias que les impone la sociedad a menudo les obligan a trabajar más allá de las jornadas laborales tradicionales. A pesar de sus esfuerzos, muchos padres, madres y cuidadores no pueden ofrecer la atención ni acompañamiento que desearían a sus hijos. El riesgo es alto: las familias están siendo desbordadas por las demandas del sistema, y los niños, niñas y adolescentes, muchas veces, están creciendo en soledad, influenciados por el entorno digital y la confusión que los algoritmos generan.

Hoy las madres, padres y cuidadores, como base de la familia, se enfrentan a una doble exigencia: trabajar como si no criaran y criar como si no trabajaran. Las jornadas laborales extensas imponen una carga de tiempo y energía considerable, limitando la capacidad de los cuidadores para estar presentes y dedicarse plenamente a sus hijos. A esto se suma la falta de políticas públicas de cuidado, que dejan a los padres y madres sin un respaldo real para equilibrar la vida laboral y familiar. Esta combinación de factores genera una presión constante sobre los cuidadores, que intentan cumplir con la necesidad de estar disponibles para sus hijos, pero se ven atrapados en una realidad que no ofrece las condiciones necesarias para lograrlo de manera saludable y sostenible.

No podemos seguir pensando a la familia como una “isla” desconectada e independiente. Decimos que la familia es la base de la sociedad y muchas veces depositamos sobre ella la responsabilidad del bienestar colectivo. Pero olvidamos que este trabajo no se hace solo. Si queremos que las familias contribuyan al desarrollo de individuos plenos y responsables, necesitamos garantizarles las condiciones para hacerlo. No podemos desplazar toda la responsabilidad sobre los hombros de los padres, madres y cuidadores, como si el amor fuera suficiente para suplir la falta de tiempo, recursos y acompañamiento. La familia no cría en solitario: lo hace inmersa en un entramado social que puede fortalecerla o dejarla completamente desbordada.

La conceptualización de las familias como una unidad aislada e individual no solo es injusta, sino peligrosa: invisibiliza el agotamiento, las violencias silenciosas y la falta de recursos que muchas familias enfrentan.

Honrar a la familia va más allá de las celebraciones simbólicas: requiere crear condiciones reales para que puedan florecer. Esto solo será posible si dejamos de ver la crianza como un desafío exclusivamente individual y comenzamos a asumirla como una responsabilidad compartida. Porque cuando una familia tiene tiempo, apoyo, redes y políticas públicas que la sostienen, no solo se beneficia ella: toda la sociedad se fortalece.

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CLAROS, Paula
CLAROS, Paula

Comunicadora social