Desarrollo en democracia

A menos de un año del Bicentenario (25 agosto 2025), se percibe en la atmósfera popular una suerte de esperanza en el entendido de que esta fecha conlleva consigo cualidades “mágicas” (hipérbole). Es probable que haya un ánimo colectivo orientado a fetichizar la fecha en cuestión, debido al cada vez más extendido deseo de sentir la necesidad de mayor certidumbre, dada la alta volatilidad que supone vivir en un país de vaivenes extremos y recurrentes, algo así como ciclos que duran extrañamente 20 años. Es paradójico, pero la circulación del poder en nuestro país se produce casi matemáticamente cada 20 años (Abastoflor, 2015), de tal manera que, si bien los fenómenos de la política suelen venir con aires refundacionales cada cierto tiempo, lo dramático es que agotado el ciclo, un “empezar todo de nuevo” nos termina situando en punto cero, como si nuestra marcha estuviera condenada a transitar en círculos descendentes y no linealmente, y mucho menos de forma ascendente.