Es constatable la emergencia de cambios positivos en las sociedades, la política y la economía desde el inicio de esta última ola de democratización de América Latina. El principal logro ha sido el avance y la consolidación de las democracias, según sea el caso, por un espacio de tiempo inédito en la historia de la región. Paralelo a este fortalecimiento de la democracia, cabe señalar que han cambiado las bases sociales de la democracia. Los actores tradicionales de la modernización han cedido el protagonismo a nuevos sujetos sociales asociados al consumo y a la informalización tanto económica, social y financiera como política. La característica básica en torno a la concentración del ingreso se mantiene, aunque en la década de precios altos de las materias primas se disminuyó la extrema pobreza.
Al margen de los sistemas económicos –con mayor énfasis en la intervención estatal o predominio del mercado–, los avances al interior de todas las formaciones nacionales han sido importantes. Entre ellos, la significativa disminución de la pobreza y el ensanchamiento de los sectores medios, los logros mínimos en infraestructuras de educación y salud, agua y energía, caminos e infraestructuras urbanas, y la transición demográfica. En lo político, la mayor estabilidad de los regímenes políticos, el procesamiento electoral de la búsqueda de representación y la conflictividad; la participación en el producto en el segmento de países de desarrollo medio y núcleos puntuales de desarrollo tecnológico con participación en el comercio mundial. Asimismo, en el nivel socio cultural, el reconocimiento de nuevas y viejas identidades y de actores diversos.
Al mismo tiempo, también es necesario asumir que América Latina es una y múltiple y se registran vacíos importantes y ritmos diferentes, especialmente en varios temas del y de la conformación de los sistemas políticos. Asimismo, la institucionalidad pública estatal y no estatal ha tenido fortalecimientos y debilidades diferenciados en la región.
En el marco de la globalización, la pérdida de centralidad del gobierno y de la economía de los Estados Unidos y el posicionamiento de la República Popular de China como la segunda economía del mundo ha cambiado los parámetros de relacionamiento de América Latina con el mundo y ello ha mostrado nuevas facetas, problemas y consecuencias. Y permite abrir hipótesis acerca del cierre de un ciclo político, económico y social para América Latina como consecuencia de los cambios globales y su inserción y adaptación al orden emergente.
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