No es fácil presentar brevemente lo más significativo de los nueve años de pontificado del Papa Francisco (2013-2022). Y esto no sólo por la abundancia de su magisterio, sino por la originalidad de su pontificado que rompe esquemas y realiza gestos simbólicos: el día de su elección se presenta en público como obispo de Roma, con sotana blanca y sin muceta roja (“se acabó el carnaval”), pide oraciones al pueblo antes de darle su bendición, deja de vivir en el Vaticano para hospedarse en la residencia de Santa Marta; el Jueves Santo lava los pies de prisioneros y prisioneras de la cárcel, continuamente abraza a niños, ancianos y enfermos, así como un sin número de otros gestos. Quizás por todo ello Francisco es el Papa moderno que ha tenido mayor oposición en la Iglesia, de parte de cardenales, o b i s p o s, clero y grupos de laicos tradicionalistas que le consideran tercer mundista, comunista, peronista, ignorante de teología, que lleva a la Iglesia al caos. Todos los males de la Iglesia: desafección, disminución de vocaciones, alejamiento de los jóvenes, abusos, entre otros más, se le atribuyen a él. Ante un personaje tan rico y poliédrico, un tanto desconcertante y paradójico, me limitaré a presentar algunas de sus líneas fuerza para mejor comprender su pontificado.
Argentino, hijo de migrantes italianos Jorge Marío Bergoglio nace en Buenos Aires en 1936, hijo de una familia de migrantes italianos. Es el primer Papa no europeo, lo cual le da una sensibilidad especial para captar situaciones y problemas diferentes de los europeos, como los problemas de los migrantes y de los países del Sur.
Jesuita Bergoglio ingresó en la Compañía de Jesús en 1953 y hasta que fue nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires en 1992, vivió en comunidades de la Compañía de Jesús, primero como novicio y estudiante y luego como Maestro de novicios, Rector de estudiantes en San Miguel y Provincial de Argentina. Durante estos casi cuarenta años de vida de jesuita, Bergoglio asumió y vivió los grandes valores de la espiritualidad ignaciana, sobre todo de los Ejercicios espirituales de San Ignacio.
Franciscanismo Bergoglio escogió el nombre Francisco, no en honor de Francisco Xavier, misionero jesuita y de los primeros compañeros de san Ignacio de Loyola, sino de Francisco de Asís. ¿Qué es lo que admira Bergoglio del santo de Asís? Su pobreza e identificación con los pobres, su mística de la fraternidad universal que incluye la naturaleza y toda la creación.
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