Los abusos sexuales contra menores en la Iglesia son una herida en el cuerpo de Cristo

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El título está tomado de una frase contenida en la carta a los católicos de Irlanda que Benedicto XVI les dirigiera luego de saberse la magnitud de los abusos sexuales cometidos en ese país, y describe la profundidad con que los abusos lastiman al conjunto de la Iglesia y a la relación con Cristo. Haber conseguido que hoy la Iglesia católica pueda ser vista como una amenaza en lugar de un sitio de seguridad y protección para niños, niñas y adolescentes es algo que merece pensarse. 

Desgraciadamente la violencia sexual contra menores no es exclusiva de los clérigos católicos ni de los dirigentes de diversas religiones, no es exclusiva de las religiones. El abuso sexual de menores está uniformemente distribuido en todas las profesiones, culturas y clases sociales. Es todavía más llamativo que el abuso sexual ocurra de forma más frecuente en el entorno familiar y sea cometido por parientes o personas del círculo de confianza de la familia.

 Es un fenómeno ampliamente extendido, pero sería ridículo excusarse con este argumento de la obligación que tiene la Iglesia de convertirse en una institución de la que el abuso sea proscrito. No podemos tolerar que el entorno eclesial sirva de espacio de acción impune a estos crímenes horrendos. Escudarse en que otros lo hacen sería declararse abiertamente cómplices. 

Cabe pues aprender de los errores cometidos y generar una cultura institucional que proteja a los menores, una manera de funcionar donde todos nos hagamos responsables de ofrecer ambientes sanos y seguros para niños, niñas y adolescentes.

 En lo que sigue esbozaré algunos factores que en la Iglesia han favorecido el abuso, intentaré hacer un resumen de los errores que se han cometido antes y plantearé una formulación general del tipo de medidas que pueden adoptarse para la prevención de este desgraciado fenómeno.

 

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MERCADO, Daniel
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