Con frecuencia se ha caracterizado al campesino como el gran gigante dormido. Nuestra población mayoritaria es la que ocupaba la mayor proporción del país cuando surgimos como estado boliviano e incluso antes, cuando el territorio fue invadido por nuestros bisabuelos españoles. Ella es también la portadora de las raíces nacionales más hondas. Pero apenas participa todavía en la construcción de nuestro país, en gran parte porque no le dejemos. Es todavía un Gigante dormido ¿Qué podría ocurrir en nuestras patrias cuando el Gigante despierte? ¿Cómo podría ser Bolivia con una plena y creativa participación de nuestra población mayoritaria de la portadora de lo más profundo de nuestra identidad?
El despertar del gigante dormido se ha citado sobre todo en momentos de crisis: cuando el campesinado, en vez de seguir sumiso y callado, ha levantado un poco de voz; cuando se ha atrevido a organizarse sin obedecer las riendas de un patrón o de un padrino: cuando harto ya de promesas incumplidas, ha bloqueado caminos para hacerse sentir con hechos, más eficaces que palabras; y cada vez; cuando el gigante dormido se mueve o empieza o desperezarse, los enanos, que vivimos y cabalgamos, qué vivimos y cabalgamos sobre él, nos asistamos con miedo de perder el equilibrio y el control su despertar, ¿Debe Ser motivo de pánico o de esperanza?.
Si somos sinceros debemos confesar que en sus desperezos confesar que sus desperezos el gigante dormido ha sido sumamente cuidadoso para no pisar ni aplastar a otros. Son muy contados los casos de violencia hasta eliminar a las otras protestas campesinas desde la época de la reforma agraria e incluso durante la reforma.
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