Se debe entender al Movimiento Al Socialismo (MAS) como parte de una lógica histórica implantada Bolivia desde los inicios de la sociedad colonial y, al mismo tiempo, como una corriente incrustada en las expresiones más contemporáneas de las ideas políticas; tales elementos, a cualquier organización política le darían legitimidad y fuerza.
Sin embargo, en el caso del MAS, al no ser plenamente consciente de aquello y al no desestructurar los entrampamientos que esa situación comporta, sigue el derrotero que ya otras fuerzas políticas transitaron en el intento de cambiar radicalmente las estructuras del país… y fracasaron en el intento.
La colonización española significó violentar estructuras y sociedades ya establecidas e instaurar nuevas estructuras políticas caracterizadas por el empoderamiento de una casta que establece la pertenencia a determinada cultura y extracción étnica como requisitos de poder y de dominio. Alrededor de ese principio rector se establece un orden económico e institucional derivado de él y destinado a perpetuarlo.
Ese es el típico orden colonial que después se instauró en Asia y África. En esos continentes, sin embargo, se produjo la descolonización, que significa el acceso al control del Estado por parte de las poblaciones despojadas de ese derecho y la estructuración de una comunidad, una Nación, que pueda incluirlos y representarlos.
Esa descolonización se dio en diversas formas y modos. No existe una receta única. En nuestro continente no fueron los pueblos originalmente colonizados quienes accedieron a la independencia. La “liberación nacional” la hicieron los hijos de los colonizadores. Fueron los descendientes de los españoles quienes expulsaron a sus padres y crearon las nuevas repúblicas. Sin embargo, esos nuevos países no lograron integrar a toda la población, no tuvieron éxito en construir una Nación e instaurar su administración eficiente, es decir, constituir Estado.
Bolivia reprodujo los males coloniales contra las poblaciones indígenas, a veces con mayor virulencia que en tiempos de la colonia española. Esta situación originó una sociedad de dominio de una casta enajenada y virulenta contra los habitantes indígenas; provocó también movimientos de protesta por parte de estas poblaciones, incluso de levantamientos y movimientos insurreccionales. Lo característico es que esas manifestaciones no se dieron como expresiones secesionistas, sino articuladas siempre a los movimientos políticos criollos.
La tónica de ese panorama fue de empoderamiento por parte de los indígenas del universo institucional que le oprimía, y del uso y dominio de los universos conceptuales que le eran subyacentes. Por parte del mundo criollo, se buscó impedir y entorpecer ese empeño mediante la perversión de la institucionalidad administrativa y la marginación de los indígenas en el acceso al conocimiento y dominio de los instrumentos de poder.
Esa situación se ve intrincada en la segunda mitad del siglo XX con la aparición de una nueva faceta de la resistencia indígena: el nacimiento del indianismo y del katarismo.