Sin necesidad de apuntarnos a ninguna teoría apocalíptica acerca de lo que ocurrirá cuando pase la pandemia, creo que difícilmente volveremos al punto de partida. Muchas cosas han llegado para quedarse. Lo que hoy es experimento, una solución para salir del paso en plena emergencia, seguramente se convertirá, más temprano que tarde, en normalidad, en parte de lo que se ha dado en llamar una “nueva normalidad”.
El historiador y académico israelí Yuval Noah Harari pronostica una aceleración de la automatización y la implementación de robots, del avance de la inteligencia artificial y del aprendizaje automático en trabajos que hasta ahora eran hechos por humanos. Lo mismo ocurrirá en la educación, con aulas telemáticas y docentes de cualquier parte del mundo que estarán a disposición de cualquier universidad a golpe de Zoom.
¿Qué pasará en el periodismo? Es difícil saberlo, porque, como dice Harari, no hay nada predeterminado, ni siquiera en la manera de lidiar con la crisis, y la humanidad verá una reconfiguración de sus relaciones políticas, económicas y sociales. Sin ir más lejos, ¿alguien piensa que las redacciones virtuales de los medios, hoy generalizadas en casi todo el mundo, pasarán al olvido? Las reuniones de redacción cara a cara, como las que sostenían los periodistas hasta ahora, serán cosa del pasado. El trabajo a distancia supone un gran ahorro en infraestructuras y, por lo demás, está demostrando gran efectividad.
Pero la pregunta no es qué pasará con el periodismo en el futuro, sino qué ocurrirá en el presente. Tras el terremoto que supuso el advenimiento de internet y la crisis económica mundial de fines de la década pasada, los medios que lograron sobrevivir, sobre todo los impresos, están pasando actualmente por un momento dramático a causa de la caída de sus ventas e ingresos publicitarios.
Y no estamos hablando del Tercer Mundo. Ante la gravedad de la situación, el gobierno de Dinamarca, por ejemplo, ha aprobado una partida de 24 millones de euros para ayudar a los periódicos que están en crisis. En España, según la Asociación de Medios de Información, los ingresos por publicidad de la prensa han caído en los tres últimos meses entre un 75% y un 80%, lo que ha obligado a muchos de sus afiliados a realizar importantes reajustes de sueldos y personal.
Y lo grave es que esta nueva crisis se produce en el peor momento, cuando el periodismo serio y responsable es más necesario que nunca para hacer frente a la desinformación, interesada o no, sobre la pandemia. Como dijo el presidente de la Asociación Mundial de Periódicos y Editores (AMPE), Fernando de Yarza López-Madrazo, el periodismo es el “mejor antídoto” contra las fakes news, ese “virus real”, como llama el filósofo surcoreano Byung-Chul Han a ese mal del siglo XXI que fomenta la “apatía hacia la realidad”.
Yarza López-Madrazo recordaba cómo en muy pocas semanas, a partir del estallido de la pandemia, el mundo se ha visto sumergido en una pesadilla y en una psicosis colectiva sin precedentes, que aumenta día a día, como resultado de la incertidumbre y del miedo a un mal de origen desconocido.
Decía también que, tarde o temprano, la ciencia encontrará la fórmula para contener el virus, pero que superar el miedo requerirá de un esfuerzo colectivo sin precedentes, en el que los medios de información y los periodistas jugarán un papel esencial, porque el regreso a la “normalidad” requerirá de “una información cercana, útil, veraz, completa, rápida, precisa y comprometida con los ciudadanos”.
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