Salvo un sentido homenaje en la UCB de La Paz, la Iglesia no apareció en los diferentes actos que se realizaron con motivo de la rememoración de los 40 años que han transcurrido desde que el Estado fue recuperado por la sociedad y los militares, que con cortos interregnos gobernaron el país desde 1964, retornaran a sus cuarteles.
No es justa esta ausencia, pues la Iglesia Católica, a través de sus diversos estamentos, ha cumplido un papel fundamental no sólo desde ese inolvidable 10 de octubre de 1982, sino desde antes, para que la recuperación del sistema democrático no sea más violenta de lo que fue y, una vez que comenzaron a funcionar las instituciones democráticas, para que este proceso no se frustre en las primeras de cambio.
Corresponde recordar que durante las dictaduras la Iglesia fue refugio de los perseguidos políticos, sindicales, intelectuales, y su intervención fue decisiva para que se frustre la pretensión militar de construir una democracia tutelada. Abierto el que sería el período democrático más largo de nuestra historia, la Iglesia, pese a que internamente consideraba que las instituciones del Estado y la sociedad deberían ser capaces de encontrar acuerdos para superar sus divergencias, tuvo que ser mediadora o patrocinadora de la mayoría de los procesos de concertación entre las diferentes fuerzas políticas, sociales, gremiales y encontrar salidas a situaciones de empantanamiento político que, de mantenerse, pudieron subvertir el sistema democrático.
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