Generalmente las miradas sobre la “bolivianidad” se basan en idealizaciones funcionales a determinadas posturas ideológicas y que, como tales, no necesariamente responden a fenómenos concretos que les pueden ser contraproducentes. Ello ha dificultado históricamente el planteamiento de posturas que tengan proyección y puedan dar soporte a la construcción de un imaginario de nación concreto.
La “bolivianidad” como horizonte de construcción de una identidad común es un elemento necesario que se quiso implementar de manera vertical desde proyectos estatales como el nacionalismo del siglo XX y el plurinacionalismo de inicios del siglo XXI, ambos con base en sujetos políticos idealizados y ajenos a procesos sociales concretos.
Durante el siglo XX el nacionalismo boliviano intentó implementar una identidad nacional desde la base del “mestizaje”. Tal propósito acabó siendo una propuesta de las élites y para las élites, que no pudo prosperar por su inherente carácter social endógeno y anclado en la modernización occidental, tanto que terminó por ser excluyente con respecto a las mayorías nacionales, desembocando así en los grandes movimientos políticos populares de principios del siglo XXI.
La plurinacionalidad actual se basa discursivamente en el sujeto político “indígena”, que es resultado de una reflexión anclada en el posmodernismo occidental, tanto que las mayorías nacionales son “incluidas” como minorías. Esta mirada atribuye el carácter inherente del “indígena” casi en las antípodas del mundo contemporáneo. Este razonamiento concreto no resiste ninguna constatación en el marco de los fenómenos sociales que se están desenvolviendo en la actualidad.
Continúa leyendo este artículo y otros más adquiriéndolo en la sección REVISTAS