Travesías parte de una gratitud infinita hacia una constelación de personas, comunidades, instituciones, países, como Bolivia y Suiza, que me arroparon tan generosamente. El reconocimiento y la gratitud constituyen la motivación, el meollo y la meta del libro. Si escribo en primera persona no es para hablar de mí primero, sino para reconocer lo que otras y otros me enseñaron e hicieron de mí.
No soy el héroe de la película sino alguien llevado por un río y que, ahora, busca registrar y reconstituir paisajes, actores, peligros, oportunidades en un flujo dinámico, tan estrecho como intercultural. Este público (el que acudió a la presentación del libro) tiene relaciones e intereses particulares por la teología. Por eso enfatizaré el aspecto teológico más que los dos otros, de igual importancia, en esta historia de vida, tanto individual como colectiva. Me refiero a los ejes pedagógicos y políticos, transversales y entrelazados, con los cuales se ha tejido mi quehacer espiritual y teológico. En el primer capítulo, Raíces para volar, insinúo cómo, después de mamar todos los privilegios de la sociedad suiza, de integrarme profundamente a ella y a la iglesia en la que nací, siento paradójicamente la necesidad de buscar horizontes tan lejanos como desconocidos. (…).
En el tercer capítulo, Aprendizajes y adopción, enfrento desafíos múltiples y experimento diferentes adopciones definitivas para el resto de mi vida. En el capítulo cuatro, Éxodos y retornos, examino los años transcurridos entre el Perú, Bolivia y Suiza, con idas y vueltas, ricas y desestabilizantes. El Perú me abre la posibilidad de promover nuestro programa de educación religiosa en varios países latinoamericanos y de construir puentes con la Educación Popular. Soy parte del equipo de teología de la Comisión Evangélica Latinoamericana de Educación Cristiana y frecuento el círculo de amigos y colegas de Gustavo Gutiérrez.
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